RECONOCIMIENTO DE LA CÁTEDRA LIBRE DE DERECHOS HUMANOS A CARLOS SLEPOY
DEL LEGADO DE CARLOS SLEPOY
“A veces la vida nos sorprende y
nos plantea nuevos escenarios, que nos obligan a nuevas reflexiones y que nos
ponen frente a nuevos proyectos. Y a veces en la historia ocurre que
efectivamente, un hecho de la vida, un hecho de la práctica social, determina
que nuestra cabeza empiece a funcionar de un modo distinto a como venía
funcionando hasta ahora, a la luz de aquello que se decía de que gris es la
teoría, verde el árbol de la vida”.
En una mesa compartida con
Osvaldo Bayer y Leopoldo Schiffrin, así empezaba Carli el 4 de junio de 1999,
en el aula 108, su participación en el Foro de esta Cátedra sobre
Internacionalización de la Justicia. Palabras que, además de muchas otras,
pueden constituir una radiografía de su vida. Su práctica social de militante
revolucionario, sobreviviente de la dictadura, exiliado, abogado laboralista en
Argentina y en España, luchador por los derechos humanos y contra la impunidad
de los crímenes de Estado.
Cruzando el gris de la teoría y
el verde árbol de la vida, su cabeza, su cuerpo, su corazón, su inteligencia
funcionaron en la permanente búsqueda de ir más allá de los límites de lo que
se presentaba como “lo posible”. Y para hacerlo avanzó en pos de nuevas
teorías, nuevos proyectos, nuevas concreciones. Pero también rescató lo que el
derecho de gentes y las normas ya decían pero políticos y juristas se esmeraban
en ignorar. En aquella noche del 99, cuando en Argentina imperaba la impunidad
de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y los indultos aprobados por
gobiernos constitucionales, Carli insistió: “Si nosotros no rompemos el hecho
de que no se puede acceder a la justicia por los más horrendos crímenes que se
han cometido, ..., si no rompemos todo esto, una sociedad no puede prosperar,
es una sociedad enferma, está minada en sus bases. Si por la situación de
opresión en un país, de limitación de las posibilidades de la justicia, de los
horrores que deja una dictadura que impide reaccionar a toda una población, no
se puede llevar a cabo la acción de la justicia, es importantísimo que existan
otras posibilidades como para que la justicia pueda empezar a realizarse”.
Del verde árbol de su vida
crecieron los juicios de Madrid a los genocidas del pueblo argentino; el
encarcelamiento del tirano Pinochet; las acusaciones contra Ríos Montt, uno de
los verdugos de Guatemala; y en un recorrido que invirtió el sentido de la
solidaridad, los procesos en Argentina por los crímenes del franquismo. Los
juicios por los crímenes de la dictadura que desde hace más de una década se
realizan en toda la geografía de nuestro país también reconocen el aliento de
Carli.
Reconocerse como parte de una
tarea colectiva, otro rasgo de este militante integral: “A nosotros nos
preguntan a veces cómo empezó. Y nosotros decimos: ‘esto empezó el día en que
una madre empezó a dar vueltas por la plaza’. Sin ese momento inicial y sin esa
lucha histórica contra la impunidad no habría habido juicio en Madrid”.
Las balas del policía asesino que
le hirieron la médula hace 35 años, y cuyas consecuencias culminaron en su
muerte, ayer, 17 de abril, no lograron lesionar su medular esencia de luchador,
de gran compañero. No vulneraron esa humanidad con que compartía las buenas
mesas, las salas de audiencias, los debates acalorados. Y el abrazo fraterno
con que nos arropó cada vez que fuimos a testimoniar.
Graciela Daleo
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